Yo
he visto el mar. Pero no era
El
mar retórico con mástiles
Y
marineros amarrados
A
una leyenda de cantares.
Ni
el verde mar cosmopolita
—mar
de Babel— de las ciudades,
que
nunca tuvo unas ventanas
para
el lucero de la tarde.
Ni
el mar de Ulises que tenía
Siete
sirenas musicales
Cual
siete islas rodeadas
De
música por todas partes.
Ni el mar inútil que regresa
Con
una carga de paisajes
Para
que siempre sea octubre
En
el sueño de los alcatraces.
Ni
el mar bohemio con un puerto
Y
un marinero delirante
Que
perdiera su corazón
En
una partida de naipes.
Ni
el mar que rompe contra el muelle
Una
canción irremediable
Que
llega al pecho de los días
Sin
emoción, como un tatuaje.
Ni
el mar puntual que siempre tiene
Un
puerto para cada viaje
Donde
el amor se vuelve vida
Como
en el vientre de una madre.
Que
era mi mar el mar eterno,
Mar
de la infancia, inolvidable,
Suspendido
de nuestro sueño
Como
una paloma en el aire.
Era
el mar de la geografía
De
los pequeños estudiantes,
Que
aprendimos a navegar
En
los mapas elementales.
Era
el mar de los caracoles,
Mar
prisionero, mar distante,
Que
llevábamos en el bolsillo
Como
un juguete a todas partes.
El
mar azul que nos miraba,
Cuando
era nuestra edad tan frágil
Que
se doblaba bajo el peso
De
los castillos en el aire.
Y era el mar del primer amor
En
unos ojos otoñales.
Un
día quise ver el mar
—mar
de la infancia— y ya era tarde.
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Santuario
del Caracol Rosa Xel-Há
Imagen obtenida AQUÍ. |
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