Qué cruel
que es mi niña, llevándome de regreso a mí misma. Ella siempre lo logra y aquí
estoy. Estoy sola, como siempre, y
siento tanta pena. Pienso que los recuerdos son tan injustos conmigo… porque
hay algunas fotos viejas que muestran cosas que no recuerdo, las veo y es como
si no me hubiese pasado a mí. Esa felicidad capturada en una imagen no es mía,
no la siento mía. Yo sólo veo esto, la
soledad de la niña sola, la mentira para que nadie sepa lo mucho que sufro, la estúpida
sensación de que me creen cuando les digo que mi papá trabaja en un barco y que
por eso no está nunca, porque él viaja… suena tonto pero en parte me alegra
haber tenido la certeza de que me creían, de no ser así, creo que hubiese
preferido ahogarme antes de decir la verdad. A cambio de ahogarme a mí misma, ahogué
otras cosas, ahogué mi tristeza, mi llanto en las noches y en las mañanas, ahogué
mis miedos… y mi soledad. Lo ahogué todo y se lo dejé a ella: a la niña sola. Por
eso viene a veces, en días lluviosos como hoy, a recordarme quién fui que es
también quién soy. Viene a no dejarme olvidar que nunca pero nunca nunca, ni una sola vez, sentí los brazos de mi papá
dándome fuerza, diciéndome que me estaba cuidando, que velaba por mí, que nada malo
iba a pasarme, y que me quería. Nunca, ni una sola vez.
¿Cómo puede
uno de niño vivir eso si no es con la más absoluta tristeza? ¿Cómo se puede
evitar no sentirse un fallido de la vida, una desgracia, un error, un fracaso? La
respuesta es una: no se evita, sólo se llora, sola, y se le miente al mundo.
Luego se
trata siempre de ser la mejor en todo, la mejor hija de esa abnegada madre, la mejor amiga, la mejor
alumna, la mejor docente, la mejor siempre… porque quizás el problema fue que no
fui tan buena como para que mi papá quisiera abrazarme aunque sea una vez y
entonces ser buena y no sólo buena, sino la mejor en todo lo demás, me dé los
abrazos, los miles de abrazos que intentarán -en vano- reemplazar a ese que nunca
tuve.
Es por todo
esto que me asalta al corazón, que odio cuando viene la niña sola. Porque ella
no me deja escapar. Ella es la verdad. Es la cruel realidad de admitir que fui
tan infeliz y nunca pude decirlo, sólo pude llorarlo sola, por no entristecer a
nadie más… ¿o para no ser una carga y que los demás también me abandonen? Buena
pregunta Gabriela. Pero esa respuesta sí que no la tengo.
La niña
sola nunca se queda mucho tiempo, sabe que duele demasiado y no quiere hacerme
daño, sólo quiere que yo recuerde que ella fue fuerte, que fue la que atravesó esa
historia en la parte más difícil y que lo hizo lo mejor que pudo. Ella piensa –creo-
que no es justo que yo la olvide y por eso viene. En días como hoy, justamente.
Pero cuando me ve así como estoy ahora, yo siento que me abraza y me demuestra
una vez más que si ella pudo sobrevivir, yo también puedo hacerlo. Aunque las
dos sepamos que hay heridas que no sanarán jamás. Aunque las dos sepamos que hubiésemos
dado cualquier cosa por una historia diferente a la que tuvimos.
La niña
sola empieza a desdibujarse en medio de la nada. No se lo digo, pero en el
fondo la admiro, tan chiquita y tan fuerte frente al mundo, tan frágil y
poniendo una sonrisa para que nadie jamás sepa lo triste y sola que está y el
miedo que tiene.
Al final de
todo, creo que ella principalmente -pero también yo- merecíamos poder decir
feliz día a ese papá que no tuvimos, que no nos quiso lo suficiente, ese pilar
que no existió y por lo cual debimos hacer equilibrio toda, toda la vida. No
porque decir feliz día sea lo importante, sino porque decirlo estaría implicando
que una vez lo tuvimos.
En fin… la niña
sola me trajo todas estas cosas y ahora se fue.
Me quedo
con lo que pude hacer de mi vida a pesar de toda esa tristeza. Pero no me
olvido de lo que nunca fue, de lo que nunca será, de lo incomprensible y sobre
todo, de lo injusto.
Nada más lejos de mí que darle un consejo a
alguien ni a nadie. Pero ojalá que todos los que son padres sepan que no importa
si no son los mejores del mundo, ni importa lo que puedan comprar con dinero, importa
lo que quedará en esos hijos hasta el día de sus propias muertes, importa,
digo, el haber sentido su presencia, el haber sabido que ahí estaban, el
abrazo, el reto, el haber podido compartir algo… alguna vez.
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